El dilema de las redes: ¿Qué he (has) hecho con mi (tu) vida?
Hablaba con una amiga después de un tiempo sin conectar y me di cuenta de que había medido ese vacío basándome en los meses en que no la veía en ninguna red social.
No llamé en ningún momento para saber si estaba bien y lo más probable es que no me habría percatado de su ausencia de otra manera
¿En qué me estoy convirtiendo? Me cuestioné. Y no quería, sinceramente, no quería eso.
Mi
vida es también un debate constante en no usar más las redes o filtrar el tipo
de contenido que quiero recibir. A veces logro estar desconectada por completo,
pero la mayoría del tiempo, la inercia hacia el móvil, es más fuerte que yo.
No
hay ser en este universo que desconozca el poder de las redes sociales. Todos
sabemos (unos más conscientes que otros) que estamos sobreestimulados, que el
algoritmo está diseñado para captar lo que nos interesa y trabajar en base a
ello. A mí, en lo personal me preocupa que el acceso a la información se nos esté
yendo de las manos y que no entendamos el valor de la privacidad, tratando
asuntos personales de forma pública y permitiendo a los demás intervenir en
nuestros espacios vitales.
Tal
descontrol ha posibilitado que los niveles de depresión, estrés o ansiedad
alcancen proporciones inconmensurables. No vivimos el ahora, lo que de verdad
existe. Levitamos en red, absorbiendo la vida construida de mucha gente, la
sobreinformación desproporcionada, lúdica y absurda cuya fuente se extinguió.
Nos resulta
difícil discriminar y confiar en los titulares porque se han estandarizado la
falsedad y la falta de rigor en muchos medios. Estamos ocupados intentando
encontrar la verdad dentro de cada cosa y lamentablemente (en el 90% de los
casos) esa verdad no existe.
En
el entretanto, pasan los minutos, que sin querer ya son años y entonces te
preguntas ¿Qué he hecho con mi vida?
Observar
lo que sucede, caer en la trampa de la incertidumbre y alimentarse de congojas
es el camino más rápido hacia una muerte certera, un deceso a nivel mental que
va de la mano con el desgaste físico y los remordimientos.
A
veces, es complejo considerar todos los beneficios de estas plataformas cuando
hay tanto podrido detrás, pero entiendo que a pesar de ciertas realidades (para
nada alternas) muchos proyectos y causas nobles han podido tener lugar.
Desde
una perspectiva humana siempre digo que no tengo todas las respuestas a las
batallas que continuamente libro, pero me tranquiliza esta contradicción, este
constante cuestionar(me) y el intentar hacer algo al respecto. Significa que,
aunque a veces me pierda en el algoritmo, una parte de mí, sabe que está mal y
sigue presente para el reinicio.
Se
trata, sobre todo, de aceptar que son batallas sucesivas y complejas en las que
tenemos un rol principal, y por tanto determinamos su desenlace, que, en la
mayor parte de las situaciones, es condicional.
By: Jessica C. Barrios
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