Hacer el bien, sin mirar a quien, pero estableciendo límites
Agradezco que,
desde pequeña, mi familia me enseñase a compartir y a no diferenciarme. A
veces, no sé exactamente si fue algo que aprendí o si es una cualidad que
emerge de forma innata. Cualquiera de las dos opciones me parece un mérito y ha
sido una suerte haberme rodeado de personas así.
Esta sensación
de confort, alejada del egoísmo, que siempre me ha permitido dar y desdoblarme
en acciones, también me ha hecho sufrir, porque no proceso los comportamientos
insanos, poco productivos y ajenos a la realidad que impera.
Y no es ya un
tema de expectativas o decepciones, que de eso vamos sobrados, sino una
preocupación latente ante quien no se da cuenta de sus desvaríos y va por calles de una sola vía.
He puesto en
práctica el conversar con mi ego, intentar analizar si estoy siendo estricta en
mis consideraciones o si realmente mi energía es merecedora de tales cuestionamientos.
La mayor parte
del tiempo, entiendo que me implico demasiado en problemas y sufrimientos que
no me pertenecen, dejando abandonados los propios, que precisan de una especial
atención.
No es que nos
convirtamos en aquello contra lo que estamos luchando, pero no se puede, bajo
ninguna circunstancia, descuidar el yo.
Uno tiene,
irremediablemente, que ir en búsqueda de un constante equilibrio entre buenas
acciones y un egoísmo sano (si es que eso se puede decir).
Abrazar lo que
merecemos y en esa medida justa (o injusta) ser capaces de dar…haciendo el
bien…sin mirar a quien…pero estableciendo límites.
Nuestro comportamiento,
si es auténtico, no debe aferrarse a devoluciones, aunque una pequeña porción
en cada uno, siempre espere las gracias.
Debemos, y podemos ser, más fuertes que eso.
By: Jessica C. Barrios
Comentarios
Publicar un comentario